Ante todo, bienvenidos a quienes os acerquéis para tomaros la molestia de leer las reflexiones, experiencias, momentos y puntos de vista voy a escribir. Gracias por estar aquí, y dedicar un rato a compartir conmigo lo que la fotografía me hace vivir.
Desde que empecé a tomar mis primeras fotografías, hace ya bastantes años, ahora que puedo echar la vista atrás y leer las vivencias con perspectiva, me doy cuenta de que la fotografía siempre fue y será, ante todo, un lugar de encuentro conmigo mismo.
Como toda actividad artística (y no artística también), se pasa por muchas etapas, como es lógico y deseable. Empezando por tirar fotos sin una intención definida, para comprender cómo funciona la máquina, pasando por leer, aprender a mirar, estudiar… Pero ahora me doy cuenta de algo que siempre estuvo ahí y me ha mantenido haciendo fotografía cada vez que me he distanciado, es el encuentro con lo que de verdad me hace feliz, mi verdadero YO.
El día a día, a poco que nos descuidemos, no hace más que sacarnos de “nosotros”. El trabajo, los compromisos, las obligaciones, incluso algo a priori muy bueno y donde disfrutar como la familia… son circunstancias que se hallan “fuera de nosotros”. Yo dedicaba poco o casi nada a crear, imaginar, jugar, pararme (de verdad)… en definitiva, dedicar tiempo a lo que es esencialmente mío, lo que realmente me apetecía hacer.
A día de hoy hay pocas cosas que me parezcan mas importantes que esas…
La fotografía te hace pasar ratos a solas, no la concibo sin esos momentos, sin ese tiempo con nadie más que conmigo mientras paseo con la cámara (o incluso sin ella), preparo una sesión de retrato, o simplemente me dedico a imaginar las ideas para las sesiones. Por muchas obligaciones que tengas, sacas tiempo para volver a esos espacios que vuelven a recordarte quién eres y lo que de verdad te gusta. Y lo haces, seas consciente o no, porque te hace muy feliz conectar contigo.
Pero lo mas interesante es que, a la vez, la fotografía no es un camino solitario, al contrario !! he podido comprobar que cuando me vuelvo mas yo, que he dedicado mas tiempo a estas cosas que menciono, casi mágicamente, me he acercado mucho más a los demás, y de una forma que no había hecho antes…
Sí, hace ya lo suyo que hago fotografía, pero no siempre la practiqué desde el mismo enfoque, y eso lo cambia todo.
Encontrarme con gente “diferente” a la que estoy acostumbrado, acercarte a un desconocido y dejarte “tocar” por él (sabiendo que, si lo permites, al menos vas a aprender algo), ilusionarte con un proyecto común, disfrutar sin medida de descubrir, soñar con otros, poder contar cualquier disparatada idea que se te haya ocurrido siendo consciente de que hay quienes estarán encantados de disfrutar con ello…
Así, cuando uno sale al mundo va aprendiendo a verlo de un modo diferente… aprendes a verte a ti mismo de forma distinta… porque ahora los detalles importan. Los sueños, incluso esos que a veces no contamos a nadie, importan.
Lo que sientes importa… importa más que ninguna otra cosa, porque ahí dentro está quien realmente soy, por fin libre de juicios, de caminos ya escritos, de incomprensiones.
La cámara y la fotografía son solo un instrumento, un medio más para andar ese camino hacia uno mismo, ese viaje que no acaba nunca pero del que nunca, jamás, me canso… pero sin lugar a dudas son un catalizador, y del bueno, para mostrar lo mejor que llevamos dentro, para encontrar en el mundo que nos rodea y en el encuentro con el otro, un patio de juegos donde nosotros ponemos por fin las reglas para disfrutar sin medida.
La fotografía es observar, esperar, disfrutar, mirar, amar, crecer, imaginar, compartir, liberarse, entregarse y, sobre todo, jugar… encontrarse una y otra vez, cada vez más.